“Extendió su mano, le sonrío. Solo eso bastó para
invitarla a bailar. Sonrojada, tomo delicadamente su mano, aceptando la
invitación.
Él estaba nervioso, no sabía de qué hablarle. Se había de
armado de mucho valor para invitarla a bailar. Había estado todo el baile
observándola, viendo la caída de sus ojos al parpadear, sus gestos delicados y
su piel reluciente y perfecta. No podía creer que ahora estuviese en sus
brazos, tal princesa que yacía sentada momentos atrás ante su vista.
Impresionado por su belleza, durante el baile se limito a
sonreírle, y tras un pequeño intento de voz, le susurró al oído: -Eres la más
bella del lugar-.
Ella, con suavidad y casi imperceptible voz entre la música de fondo, respondió: -Gracias,
tu también te ves muy bien- y descendió la mirada, ruborizada por lo que
acababa de decir.
Bailaron los últimos lentos, hasta el final del festival.
Él la despidió con un beso en su mano, y prometieron
volver a verse.”