jueves, 25 de agosto de 2011

Perdición

Se aleja. Lo ve irse paso a paso, con palabras no dichas en su mochila.
Ella permanece inmóvil, sentada en el frío banco de cemento que eligieron para hablar.
Baja la mirada y sus párpados se cierran de repente intentando frenar las lágrimas, de apresarlas en sus ojos color cielo. Fue un buen intento, pero no lo logró. Una a una, las lágrimas se deslizan como gotas de rocío, sobre sus mejillas rosadas. Uno a uno, los pensamientos desfilan en su mente hasta hacerla entender que ese es el fin.
Eleva su cabeza, lo busca y lo sigue con la mirada. Aun cree que existe la posibilidad de que regrese sobre sus pasos, que de las cenizas vuelva a surgir el fuego del amor. Pero es tarde. Lo pierde de vista; su figura se esfuma en el horizonte como cual fantasma a la luz del día.
Respira hondo y su mirada se torna triste, pierde luz lentamente.
Absorta en su mundo, se pone de pie sin ánimos, camina desganada y sin fuerzas. Como si aquella persona a la que vio alejarse, se hubiese llevado consigo hasta su alma. Camina por el fino camino de la plaza y con cada pisada una lágrima salada humedece los adoquines. Sin darse cuenta, casi por inercia, llega a la puerta de la iglesia cercana y sin medirse rompe en llanto y cuestiona a Dios por lo sucedido. Decide no entrar, solo se persigna. Voltea y ahí está él. Se ignoran como dos extraños.
Tras pocas cuadras y un largo caminar, llega a su departamento, está sola... Se siente sola y vacía. Sin quitarse el abrigo, deja caer su cuerpo sobre la cama, y en esa posición entra en un profundo sueño alimentado por el cansancio y el shock emocional.
Al despertar, el día había terminado.
Quiere creer que todo fue un sueño, una pesadilla, sin embargo sabe que no. Día tras día, intenta superarlo, pero vuelve a caer. Así pasan los meses...

Y allí está ella, sentada en mismo banco, cada tarde a la misma hora. Siempre vestida elegante, acompañada de su portafolio, con sus prendas de marca y su peinado recogido. Durante todo el ocaso, sujeta el mismo pedazo de papel: una fotografía cortada groseramente en la que su mente se ahoga. Ver esa imagen la hipnotiza, cambia su sonrisa por lágrimas; la llena de pensamientos y angustia. Recuerda.
Desde aquel dia no lo ha visto, pero hay algo que es claro: lo sigue amando.

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