Pff, qué estúpida por Dios!- se dice a sí misma mientras llena el balde de agua y jabón para lavar los ambos- ... No no no, como caiste en esa? Te quejabas de las demás y vos fuiste una más! Nati, que te pasó?
Sus ojos están a una gota de asemejarse a la canilla de su lavadero.
Es tu pi da!- refuerza cada sílaba con el cepillar del cuello de su ambo blanco- Al final resiltaste ser la secretaria sexy que da todo por su jefe, el que le dice que la ama y que desea estar con ella, que no ama a su esposa, pero cuando las cosas se ponen negras, vos no existis. Como pudiste ser tan ingenua? Eras una tipa viva!! Ni siquiera me puedo poner en primera persona, me desconozco hasta este punto?
Mientras se seca las manos, nota que el agua para el mate ya está, se prepara unas tostadas y se sienta en la mesa de la cocina, absorta mirando la maceta de la ventana del lavadero. Los ojos inundados pero aún sin desbordar. Pálida, ojerosa, y casi inerte. Con la mano derecha sobre el mango de la pava y con la izquierda sosteniendo el mate. Una tormenta se desató en su mente y un glaciar recubre su corazón. Hoy, perdió completamente la expresión.
Caí bajo. No sé cómo pude hacer esto. Fui juguete y me dejé serlo. Creí otra vez en las palabras de amor, en las demostraciones únicas. Creí que realmente significaba más, me hizo pensar eso. Es una basura... - aprieta el mango pero aún no se ceba el mate.
Natalia, odialo -se ordena- no podés amar a un boludo así, no podés amar a una persona que te daño tanto, ya lo perdonaste, ya esperaste que un día volviera a buscarte en vez de caminar ligero delante tuyo. Jaja- suelta una leve risa de decepción-.
Y ahora? Quien me va a cuidar? Estoy más sola... Debería pensar en mí. Sí, eso debo hacer. -decidiendose a cenar el primer mate-. Yo fui la tonta que creyó que realmente iba a pasar lo que un día soñé. Un año contra diez, ja! Contra diez, imposible. Aunque diga que no la ama, imposible.
Ceba mate, y no mueve la mirada de la maceta. Siente que está tan viva como el pobre helecho seco que se olvidó de regar.
-Haciendo vai ven de su dedo en gesto de complicidad con el helecho- Hoy, nosotros dos somos iguales. Ahora entiendo lo que sentiste cuando te descuidé. Perdón.
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