Consumida de libros

"No lo olvides, ¡recuérdalo!"- se repite incansablemente.
Está en el punto máximo de stress en una persona, no puede pensar más. Todo aquel posible razonamiento de lo que está leyendo, seguramente es algo que aprendió en el secundario y que por algún motivo se le grabó en el cráneo y su cerebro lo lee.
"¡Vamos, escribe!"- le ordena intranquila a su mano ya cansada de hacer firuletes.
Todo su cuerpo sufre agotamiento. Su mente quiere vacaciones aunque acaba de venir de un excelente descanso en una de las playas más hermosas. La paz y la tranquilidad no le fueron suficientes para descargar todo el peso que cargaba del año anterior. Tal vez, requería más que solo 15 días, pero era todo lo que pudo conseguir.
Se frena en su lectura, se distrae con facilidad, su cabeza pide un recreo y su cuerpo una siesta. Está toda contracturada de la mala postura que optó desde el comienzo de su estudio: encorvada sobre los apuntes, escribiendo con la mano firmemente aferrada a la lapicera en un intento de que su letra sea perfecta, su vista a unos cuantos centímetros del libro con sus textos resaltados. La muñeca no le para de rechinar, ya sufre el desgaste de la escritura. Le duele la espalda y le cuesta enterezarse. Se da cuenta que la adolescencia ya pasó. Es joven, pero nada es como antes.
"Empecemos de nuevo y tratemos de terminar"- exclama con un suspiro ya de resignación, dándose ánimos, frente a lo que parece una lucha incansable. El libro de historia le da mas problemas que los que la misma historia tuvo.
Respira hondo y vuelve a comenzar, desde el principio del segundo párrafo, donde había dejado. No tiene otra opción, es una materia para dar y mente debe resistir.