Por un instante, todo alrededor se volvió silencio, todo se convirtió en una película muda. Solo sentía su mano rozar por mi espalda suavemente para luego darme el más cálido de los abrazos.
El único sonido era su melodiosa voz en mi oído que susurraba las palabras más dulces.
Todo pasó rápido, el tiempo se difuminó en el aire y ascendió sin rumbo, dejando el instante que ya había pasado. Debía irme, y nuevamente me distanciaba de él. El tiempo una vez más pudo contra nosotros... pero ya va a llegar el día en que le ganemos al tiempo. Que por más minutos que pasen, no va a llegar la hora de la partida.
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